Ocho de cada 10 trabajadores pobres en el mundo -que viven con US $ 1,25 al día- residen en zonas rurales. Además, muchos están atrapados en empleos vulnerables, especialmente en la agricultura. Florecientes zonas rurales son vitales para el desarrollo regional y nacional. Sin embargo, las economías rurales tienden a hacer frente a una amplia gama de desafíos, que las zonas urbanas tienen más probabilidades de superar. Por ejemplo, el acceso a los servicios de transporte, sanidad y salud, y una base de consumidores a proximidad, lo cual apoya en gran medida el desarrollo de pequeñas y medianas empresas. Las mujeres y los hombres que trabajan en las zonas rurales también se enfrentan a dificultades asociadas con la escasez de oportunidades económicas, la falta de inversión, una infraestructura y servicios públicos deficientes, los cuales incluyen la educación, y, en muchos casos, un gobierno débil y mercados subdesarrollados.
La educación, el espíritu empresarial y la infraestructura física y social, juegan un papel importante para el desarrollo de las regiones rurales. Las competencias laborales son fundamentales para mejorar la empleabilidad, para generar oportunidades, reducir la pobreza, mejorar la productividad y promover el desarrollo sostenible.